02 Mar El cambio climático en África: más esfuerzos para los más responsables (Parte 6)
El cambio climático en África: más esfuerzos para los más responsables (Parte 5)
Ángeles Lucas
Puedes leer la parte V aquí
El camino hacia una vida mejor
Gracias a la migración del Homo sapiens desde África existe la diversidad humana que enriquece el planeta. La tendencia natural de las personas a desplazarse; ya sea por alimento, curiosidad, amor, salud, formación, trabajo… o bien obligados por los conflictos, la represión, las catástrofes o la falta de expectativas para mejorar sus vidas, ha conformado el mundo conocido.
Pero la concepción de los países, las fronteras y los muros han dificultado con el tiempo ese trasiego de vidas, todas con los mismos derechos, que acaban por coartar la libertad de movimiento. Un fenómeno imparable y connatural al ser humano que encuentra en la hospitalidad y la acogida uno de los gestos más nobles y elevados para la convivencia, pero que lejos de ello, y en una tendencia de rechazo a lo desconocido y lo injusto, genera un cierre de puertas que condena el bienestar de miles de personas.
La mejora de su situación y la falta de expectativas vitales, más que el hambre o los conflictos, son algunas de las razones más repetidas que empujan a los jóvenes africanos a emprender el letal viaje a Europa por sus restrictivas políticas migratorias. El estudio Scaling Fences, Voices of Irregular African Migrants to Europe revela que el 93% de los africanos que pudieron llegar a vivir a Europa mediante travesías por rutas irregulares se arriesgaría nuevamente pese a conocer el alto riesgo del camino, y que el 78% de ellos manda remesas a sus países.
“Es una motivación global para ellos y para sus familias. Por cada persona que migra se pueden beneficiar hasta 15 más de su entorno. Y al final eso incide también en la economía del país. Los ingresos por remesas son mayores que los ingresos por cooperación”, señala María Jesús Herrera, jefa de misión de la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) en España, en el texto Hambre, pero de futuro, que también recoge cómo los informes económicos reflejan que las migraciones no empobrecen el lugar de destino de los migrantes.
“En 2019 la mayoría de los migrantes nacidos en África que vivían fuera de la región residían en Europa (10,6 millones), Asia (4,6 millones) y América del norte (3,2 millones)”, recoge el Informe sobre las Migraciones en el Mundo 2020 de la OIM , que revela también los fuertes movimientos de personas que se generan dentro del continente.
“Desde el año 2000, la migración internacional intraafricana ha aumentado significativamente, en 2015 se estimaba que había 18,5 millones de africanos viviendo en otro país del continente, y en 2019, esa cifra aumentó a 21 millones”, se lee en el texto.
Estos son solo los desplazamientos hacia otro continente o hacia otro país, cuyas causas pueden estar vinculadas directa o indirectamente con la espiral de desigualdad que genera el cambio climático, pero en lo que respecta a los desplazamientos relacionados con catástrofes y peligros acarreados por el clima, como tormentas, ciclones, inundaciones, sequías, incendios forestales y deslizamientos de tierras, la Agencia de la ONU para los Refugiados (Acnur) alerta de que ocurren principalmente dentro de los propios países.
Según la organización, en 2019 se produjeron en el mundo 25 millones de desplazamientos internos por desastres naturales . En un cálculo basado en la estimación que en 2005 elaboró el profesor Norman Myers , numerosos estudios apuntan que para 2050 habrá 200 millones de desplazados climáticos en el mundo.
El Informe mundial sobre desplazamiento interno 2020 recoge que el año anterior 3,4 millones de personas tuvieron que abandonar sus hogares solo en África subsahariana a causa de los desastres naturales. Un notable aumento respecto a lo que revela el texto de 2018 , que indica que se registraron 2,6 millones por estas causas y donde se destaca que 6 de los 10 eventos de inundaciones más grandes que ocasionaron desplazamientos ese año ocurrieron en esta región, y que es en las zonas urbanas donde se sufrieron particularmente los impactos.
El abandono de las zonas rurales en su más amplio sentido de la palabra ha provocado movimientos masivos de población a las ciudades, que se expanden sin control ni ordenación urbanística, sin garantías de seguridad ni protección medioambiental. La vida urbana, asociada también a mejores niveles de alfabetismo y educación, mejor salud e infraestructuras, más acceso a los servicios sociales y más oportunidades en el ámbito laboral y de participación, se convierte en un imán para la población rural.
Y estos desplazamientos a zonas urbanas llevan rápido la mirada hacia las masivas ciudades ubicadas en las costas, en concreto, megaurbes como Abiyán, Accra, Alejandría, Argel, Ciudad del Cabo, Casablanca, Dakar, Dar es Salaam, Djibouti, Durban, Freetown, Lagos, Libreville, Lomé, Luanda, Maputo, Mombasa, Port Louis y Túnez, que son algunas de las que corren mayor peligro respecto al cambio climático .
“Se estima que 54 millones de africanos viven en zonas costeras vulnerables de baja elevación (LECZ), definidas como áreas a 10 metros o menos sobre el nivel del mar, y se prevé que esta cifra aumente a más de 100 millones para 2030”, recoge el texto Cambio climático y ciudades en África: Dilemas actuales y desafíos futuros.
El éxodo rural se enfoca en las grandes urbes costeras africanas, que son algunas de las que corren grave peligro climático
“En África occidental, el 56% del PIB se genera cerca de la costa. Es el hogar de valiosos humedales, pesquerías, reservas de petróleo y gas y un alto potencial turístico. Sin embargo, estas áreas se ven afectadas por severas presiones: la rápida urbanización a lo largo de la costa ha aumentado las demandas de tierra, agua y otros recursos naturales; la infraestructura hecha por el hombre y la extracción de arena han contribuido a un importante retroceso costero; además, el cambio climático y los riesgos de desastres están agravando estas amenazas.
Como resultado, las áreas costeras están sufriendo una degradación ambiental alarmante que conduce a muertes (debido a inundaciones, contaminación del aire y del agua), pérdidas de activos (casas, infraestructura) y daños a ecosistemas críticos (manglares, hábitat marino)”, se lee en un informe del Banco Mundial titulado el Coste de la Degradación costera en África Occidental: Benín, Costa de Marfil, Senegal y Togo.
Tanto las amenazas urbanas como los abandonos rurales exigen que se tomen medidas inmediatas y eficaces para evitar mayores desastres, lo que genera también miles de oportunidades de empleo de distinta cualificación de una sociedad, eminentemente joven, que reclama a gritos optar a una vida mejor. “En África, más del 60% de la población tiene actualmente menos de 25 años.
Cada año, entre 10 y 12 millones de jóvenes africanos ingresan al mercado laboral; la mayoría de ellos en zonas rurales. Incluso en los escenarios más optimistas, será difícil para las economías urbanas absorber a todos estos jóvenes en empleos asalariados. Los jóvenes tienen más probabilidades de estar desempleados que los adultos. Y, en igualdad de condiciones, los jóvenes tienen más probabilidades de migrar”, declaró Gilbert F. Houngbo, presidente del Fondo Internacional de Desarrollo Agrícola en la ceremonia del Día Mundial de la Alimentación de 2018 en Roma .
Los jóvenes abanderan grandes cambios en el continente gracias al uso de las redes sociales para la democratización, la denuncia, la protesta y la propuesta
La juventud africana está abanderando por distintos flancos cambios definitivos en el continente. Y gran parte de ellos vienen de la mano del acceso a Internet y del uso de las redes sociales para la democratización, la denuncia, la protesta y la propuesta, como para encontrar información y formación de forma más asequible.
Y de igual manera, los jóvenes están liderando el desarrollo de aplicaciones, tecnologías e innovación que optimizan las necesidades concretas que se requieren con más énfasis en el continente y diseñan sus directrices de forma autónoma e independiente de lo impuesto o replicado hasta el momento.
Así, se abren infinidad de oportunidades de empleo para la construcción de fuentes, saneamiento, carreteras, caminos, carriles, vías y veredas, puentes, residencias, centros sanitarios, educativos, deportivos, de ocio, de reciclaje, de diseño, mercados, establecimientos…
Se pueden encontrar vacantes en la implantación de sistemas de energía renovables, de conexiones de Internet, la reforestación, la agricultura y la ganadería extensiva o el fomento de la biodiversidad. Nichos de trabajo que se suman a los campos científicos, culturales, patrimoniales, turísticos, sanitarios o formativos que también requieren una revisión.
Para todos ellos, hacen falta también profesionales que generen, interpreten y gestionen datos, un polémico campo de trabajo en el ámbito mundial que en África requiere de un esfuerzo extra por el fácil acceso a ellos por parte de los poderosos y las acciones que conllevan sus tomas de decisiones. Ya sea para quedarse con las tierras más fértiles como para detectar futuras tendencias y necesidades e instalarse más rápido en el mercado que las personas que no tienen tanto acceso a esta información.
Por un lado, los datos pueden generar bienestar, facilidades o seguridad al ciudadano y suponer grandes ahorros de energía y combustible rompiendo las dinámicas de consumo establecidas. Pero el peligro aparece en la utilización desregulada de las empresas, la gestión de esta innovación sin el consentimiento de la ciudadanía para la gestión de sus datos o incluso del control o la falta de control de los Estados o sobre ellos.