11 Nov El cambio climático en África: más esfuerzos para los más responsables (Parte 5)
El cambio climático en África: más esfuerzos para los más responsables (Parte 5)
Ángeles Lucas
El poder del agua
El agua, un bien esencial para la vida, cuya gestión y acceso se escapa más a menudo del foco mediático, es en África uno de los ámbitos prioritarios de trabajo. Disponer de ella, y con las calidades que se requieran según su uso, es imprescindible. Pero la dificultad para acceder al recurso detona conflictos, intereses, tensiones o la posibilidad de levantar infraestructuras para su gestión.
La zona subsahariana tiene el mayor número de países con estrés hídrico de todas las regiones y su escasez en algunos lugares más áridos y semiáridos desplazará a entre 24 y 700 millones de personas en 2030 .
La capacidad de transformación de la milenaria agua, siempre la misma, y en tantísimos estados, ha fascinado a infinitas culturas que en el tiempo y el espacio la han dotado de una relevancia superlativa. Es un recurso finito, y tanto por exceso como en las lluvias torrenciales, como por defecto en las sequías, puede resultar catastrófico. En el continente, de la cantidad total de agua extraída, el 85% se destina a la agricultura, el 9% al suministro comunitario y el 6% a la industria (…)
“Se estima que más del 75% de la población africana utiliza el agua subterránea como su principal fuente de agua potable. Sin embargo, representa solo alrededor del 15% del total de recursos hídricos renovables del continente”, se lee en el texto The African water visión 2025: Uso equitativo y sostenible del agua para el desarrollo socioeconómico, del Banco Africano de Desarrollo, la Unión Africana y la Comisión Económica para África de la ONU .
El texto indica que, como regla general, los recursos hídricos subterráneos importantes tienden a encontrarse en pequeños acuíferos sedimentarios a lo largo de los ríos principales y en los deltas y llanuras costeras.
Una información que pone rápido la llamada de peligro en la contaminación de estas aguas, fundamentalmente por las filtraciones de la agricultura, pero también por los vertidos descontrolados y sin vigilancia de la extracción de recursos minerales que se extiende por el continente. Un daño que trasciende al entorno superficial y traspasa fronteras al colarse por los acuíferos e impregnar de residuos tóxicos el agua disponible para la población en distintos países.
El World Resources Institute publica que, en el mundo, el agua de uso doméstico ha aumentado un 600% en los últimos 50 años, datos que apuntan a una tendencia que requerirá de fuertes infraestructuras para el abastecimiento de la población. El artículo detalla que mientras que la agricultura y la industria requieren la mayoría del agua dulce (un 70% y un 19% respectivamente), la demanda de los hogares aumenta vertiginosamente. Ante este panorama, donde las sequías tienden a ser dominantes, se requiere de una acción prioritaria, eficaz y eficiente para mejorar las dramáticas condiciones que ya se registran.
Unas sequías que inciden además de forma directa en la pérdida de biodiversidad del planeta y los riesgos que supone para la nutrición o la medicina. De unas 6.000 especies de plantas que se consumen, menos de 200 contribuyen de manera sustancial a la producción alimentaria mundial, y nueve representan el 66% del total de la producción agrícola .
En el informe Aguas Inexploradas del Banco Mundial, se alerta de que más del 60% de la humanidad vive en zonas expuestas a estrés hídrico, donde el agua disponible no puede satisfacer la demanda de manera sostenible. “La mejora en la gestión del sector hídrico, si bien es necesaria para incrementar la eficiencia y la resiliencia, posiblemente no logre proteger a los pobres de las lluvias erráticas ni garantice el uso sostenible del agua.
Es necesario poner en marcha programas de protección social y mecanismos de seguros para evitar que las poblaciones más vulnerables se vean sometidas a los padecimientos de las sequías y las inundaciones”, se lee en el texto, que incide en las secuelas que sufren las mujeres en concreto por el impacto en su crecimiento, educación, economía y violencia .
Ellas son los rostros más claros ante la falta de este recurso. 200 millones de horas dedican cada día las mujeres y las niñas a recolectar agua, lo que supone una enorme pérdida de tiempo y progreso para sus vidas, revela un estudio de Unicef.
“Imagínense: 200 millones de horas son 8,3 millones de días, o más de 22.800 años”, ha declarado el director mundial de agua, saneamiento e higiene de la organización, Sanjay Wijesekera. “Sería como si una mujer empezara con su balde vacío en la Edad de Piedra y no llegara a casa con agua hasta 2016. Piense en cuánto ha avanzado el mundo en ese tiempo. Piense en todo lo que las mujeres podrían haber logrado en ese tiempo” , añade.
En concreto, esa investigación detalla que en África subsahariana, un viaje de ida y vuelta para recoger agua es de 33 minutos en promedio en áreas rurales y 25 minutos en áreas urbanas. Tras analizar 24 países subsaharianos, el estudio reveló que aproximadamente 3,36 millones de niños y 13,54 millones de mujeres adultas eran responsables de la recolección de agua.
El World Resources Institute publica que, en el mundo, el agua de uso doméstico ha aumentado un 600% en los últimos 50 años, datos que apuntan a una tendencia que requerirá de fuertes infraestructuras para el abastecimiento de la población
Las imágenes acercan a esta realidad: en una fuente del distrito nigerino de Sona, la escena de una niña y una mujer con el hijo a la espalda que cargan cubos de agua de hasta 20 litros sobre las cabezas revelan como no es solo el tiempo, la energía o el impacto en su educación, sino que el agotamiento por la sobrecarga de trabajo es una de las razones por las que se complican los embarazos en el país, y sufren.
De las seis prioridades estratégicas sobre las que pivotan los programas de la Nueva Alianza para el Desarrollo de África (Nepad), dos versan esencialmente sobre estas demandas: facilitar el acceso a energía accesible y sostenible, y promover la resiliencia climática, la protección medioambiental y la gestión sostenible de los recursos naturales. Se abre ahí también un campo en la gestión de las aguas contaminadas, un mal que transmite enfermedades como cólera, disentería, fiebre tifoidea y hasta 502.000 muertes por diarrea cada año .
“En los países de bajos ingresos, la principal causa de la contaminación del agua son las residuales municipales e industriales, que son vertidas sin ningún tipo de tratamiento a ríos y lagos. Prácticamente el 80% de las aguas residuales de las grandes y las pequeñas urbes del planeta regresan al medio ambiente sin tratar. Por cada litro de agua con residuos se contaminan ocho , recoge la publicación El Estado del Planeta .
Quien tiene el agua tiene el poder, como reflejaba una de las beneficiarias de un proyecto de cisternas de recolección para consumo y agricultura en el Sahel cuyo control depende de una responsable. “Nunca he perdido las llaves de la cerradura que abre el depósito de la cisterna, están siempre conmigo. Es muy importante, ahora soy más respetada”, señala satisfecha una de las beneficiarias que controlan la instalación por tener a mano la salud, la alimentación y la higiene de su comunidad .
Tanto a la pequeña escala como a la mayor, el acceso al agua es un privilegio, como se refleja también en la lucha de poderes para gestionar la presa del Nilo. Las obras para el abastecimiento y el saneamiento se vislumbran así como una de las líneas prioritarias para proseguir en la conquista de infraestructuras que proporcionan derechos, que alcanzan hasta la educación de las niñas, que con la construcción de aseos pueden disfrutar de la intimidad que requieren para proseguir en las escuelas durante la menstruación .
Por cada litro de agua con residuos se contaminan ocho , recoge la publicación El Estado del Planeta
Los conflictos por la tierra menguante
El impacto del cambio climático en cada territorio genera dificultades y problemas como la escasez de la producción de alimentos, la variabilidad de los precios o las inundaciones. Todo ello puede generar protestas entre la población para reclamar mejoras vitales.
No obstante, el foco de los conflictos vinculados al cambio climático sobrevuela a los choques milenarios entre pastores y agricultores, que en ocasiones se enfrentan por un territorio menguante frente a la erosión del suelo, la deforestación, las sequías, las lluvias erráticas, el acaparamiento o la falta de puntos de acceso a agua. Se complica así la producción tanto para la alimentación humana como para el pastoreo y el forraje.
“La escasez de estos recursos puede conducir al estancamiento agrícola y económico, lo que da lugar a una pobreza y migración a gran escala. Ambas condiciones pueden exacerbar las divisiones socioeconómicas y religiosas, provocando conflictos violentos; al menos, eso es lo que implica el mecanismo causal.
Sin embargo, existe poca evidencia empírica que respalde este argumento, con la excepción de conflictos pastoriles”, recoge el capítulo Cambio Climático y conflicto en África Subsahariana del Informe África 202080. Transformaciones, movilización y continuidad, que detalla que los hallazgos y las conclusiones de los diferentes estudios sobre la relación entre clima y seguridad “son contradictorios” y plantea que el cambio climático puede perpetuar un efecto “multiplicador de riesgos” respecto a diversos procesos de conflicto.
El estudio Conflictos intercomunitarios en África Pastores-Agricultores del Instituto Español de Estudios Estratégicos de 2017 concluye que algunos autores han descrito este tipo de violencia como una continuación de luchas etnoreligiosas anteriores a la época colonial. “Sin embargo, la ausencia de derramamiento de sangre generalizado en la mayor parte de la historia posindependencia sugiere que debieran existir otras causas contemporáneas”, se lee en el texto, que indica que la reducción de las precipitaciones “ha exacerbado la situación y obligado a los nómadas de las regiones septentrionales a desplazarse hacia las tierras agrícolas más ricas del sur en busca de agua para su ganado”.
El texto detalla como una de las cuatro principales causas de estos enfrentamientos la reducción de la superficie dedicada al pastoreo y la agricultura, y lo vincula con: el arrendamiento de tierras a otros Estados; el incremento de la superficie cultivable para biocombustibles; el acaparamiento de tierras rurales “a cargo de empresas extranjeras que eligen el tipo de cultivos; gestionan el agua potable y que son, en parte responsables de las restricciones de agua y de la mayor competencia por su acceso”; el sobrepastoreo de las tierras; el incumplimiento del uso de las reservas de pastoreo y el avance de la desertificación.
Estos choques ocurren además en algunas zonas en las que distintos grupos armados de ideología radical se han hecho fuertes y seducen a una juventud que encuentra en ellos una salida desesperada a la falta de expectativas ante una pobreza que facilita la tendencia al fundamentalismo.
Además, “las sequías, el hambre, la pobreza y el abandono de la población por parte del Estado juegan un papel clave, mientras la intervención militar, lejos de apagar el incendio, aviva las llamas del conflicto intercomunitario”, se lee en el texto La guerra invisible en el Sahel: un 46% más de muertes en solo un año, que alerta de que en los últimos cinco meses hasta abril de 2019 fueron asesinadas 4.776 personas en esta región, según los datos del centro de investigación The Armed Conflict Location & Event Data (ACLED), un 46% más que en el mismo periodo del año anterior