15 Jun El cambio climático en África: más esfuerzos para los más responsables (Parte 2)
El cambio climático en África: más esfuerzos para los más responsables (Parte 2)
Ángeles Lucas
Esta publicación es la continuación de la parte 1 de este ensayo, que puedes leer aquí
Una oportunidad para liderar soluciones
“El cambio climático surge de una gran injusticia social. El desarrollo de los países occidentales se consigue con una fuerte industrialización, con el sector del agronegocio, con los pesticidas, con los fertilizantes químicos… Y cuanto más se siga así, más aumentarán las consecuencias negativas, la degradación del medioambiente”, declara Ibrahima Fall, coordinador del festival Alimenterre como ejemplo de que no quiere que el futuro de su sector vaya por ese camino. “
Queremos promover una ciudadanía consciente y que se involucre en un desarrollo del sistema agroalimentario más sano y sostenible”, apunta Fall, que también es técnico del Consejo Nacional de Concertación y Cooperación Rural (CNCR) de Senegal.
Su discurso va en la línea de la que se perfila como una de las grandes oportunidades para el continente. El bajo nivel de electrificación y mecanización les sitúa en un puesto aventajado para adoptar una senda más respetuosa de desarrollo. “El gran desafío del continente para generar empleo es la industrialización y ante la emergencia climática eso obliga a convertirlo en una oportunidad.
África tiene el sector industrial menos desarrollado del mundo por lo que a diferencia de otras zonas no tiene que reconvertir su sector para reducir sus emisiones sino directamente construirlo a través de las nuevas tecnologías verdes más eficaces y sostenibles que además ya son más económicas”, se detalla en el vídeo El cambio climático en África, difundido por Casa África en marzo de 2020 .
Mientras que la Unión Europea lidia con un New Green Deal para abastecer de energía limpia y reducir los residuos de una megaestructura de bienestar basada en la contaminación y Estados Unidos directamente obvia la realidad, la Unión Africana, compuesta por 55 países, tiene descritas sus líneas estratégicas de trabajo que se vislumbran como oportunidades que puedan servir para optimizar cada una de las acciones tomadas en ámbito institucional, político, empresarial o personal respecto al cambio climático.
El departamento de Economía Rural y Agricultura (DREA) prioriza la mejora de las capacidades de los Estados miembros y las comunidades económicas regionales para acceder a información ambiental, de recursos naturales y climática casi en tiempo real “para la formulación de políticas y la toma de decisiones, y la planificación del desarrollo mediante la mejora de la explotación de las tecnologías de observación de la Tierra en África”.
Para ello proponen la implementación del Monitoreo del Medio Ambiente y la Seguridad en Programa de África (MESA); y poner en funcionamiento, en asociación con la Comisión Económica de para África de la ONU y el Banco Africano de Desarrollo (BAfD), el programa sobre el clima para el desarrollo en África (ClimDEV África) .
Estas son solo algunas de sus principales propuestas, además de otros proyectos por regiones, que se complementan con la iniciativa clave de la Agencia de Desarrollo de la Unión Africana (Auda) y la Nueva Alianza para el Desarrollo de África (Nepad) firmada en 2013 y denominada Agenda 2063 para África. A ellas se suman los Objetivos de Desarrollo Sostenible de la ONU para 2030, una declaración de intenciones que marca pautas de acción globales pero que están lejos de ser alcanzadas en los próximos 10 años.
La agenda para 2063 marca por su lado una clara hoja de ruta y está diseñada con siete aspiraciones fundamentales compuestas de 20 metas en una iniciativa que sirva de guía de acciones “individuales y colectivas para transformar África en una potencia mundial”, como se lee en la presentación de sus objetivos socioeconómicos .
El gran desafío del continente africano para generar empleo recae en la industrialización y ante la emergencia climática eso lo convierte en una oportunidad
De momento, según registra el proceso de seguimiento de la agenda, está conseguido el 33% de todos ellos y prácticamente todas podrían vincularse al cambio climático y al crecimiento responsable e independiente que el continente está dispuesto a emprender para no repetir los mismos errores del mundo occidental o asiático.
La primera de las aspiraciones es conseguir una África próspera basada en el crecimiento inclusivo y en un desarrollo sostenible; la segunda propone una región integrada, políticamente unida, basada en los ideales del panafricanismo; la tercera indica que los gobiernos y pueblos deben tener una cultura universal de buena gobernabilidad, de valores democráticos, de igualdad de género, de respeto a los derechos humanos, de justicia; la cuarta demanda un continente pacífico; la quinta defiende la identidad cultural, patrimonio, valores y ética comunes, con respeto por la diversidad religiosa; la sexta propone un desarrollo impulsado por los pueblos, confiándose en el potencial de los africanos; y la séptima en conseguir que África sea un influyente compañero global.
La búsqueda de la autonomía energética
Así pues, sobre las energías renovables pivota uno de sus ejes fundamentales. Los proyectos políticos, de desarrollo y de cooperación que han incorporado placas solares y molinos de viento se multiplican tanto en zonas rurales como urbanas. La instalación independiente de cableado y su rápido resultado son elemento clave para hacer accesible la electricidad a las áreas más remotas y la independencia energética que también proporciona es otro valor para la autonomía tanto de familias como de Gobiernos locales o de mayor escala.
“La mayor parte del progreso en el acceso a la electricidad en África durante la última década en África se ha realizado como resultado de las conexiones a la red, pero se ha observado un rápido aumento en el acceso a través de sistemas solares domésticos”, recoge la Agencia Internacional de la Energía (IEA), que concluye que el número de personas sin acceso a la corriente alcanzó un máximo de 610 millones en 2013, que disminuyó lentamente alrededor de 595 millones en 2018, y que gran parte por los progresos se han producido en África Oriental.
“Sin embargo, la tasa de electrificación de África subsahariana, del 45% en 2018, sigue siendo muy baja en comparación con otras partes del mundo. Los 600 millones de personas que aún no tienen acceso a la electricidad representan más de dos tercios del total mundial”, recoge la IEA .
El exhaustivo de Atlas de los Recursos Energéticos África, donde se identifican los actuales y se apuntan potencialidades, resume que África es rica en reservas de energía de fuentes tanto renovables y como no renovables: “Las reservas de carbón, gas natural y petróleo representan el 3,6%, el 7,5% y el 7,6% de las reservas mundiales, respectivamente; también abunda la energía geotérmica, bioenergética, solar y eólica, mientras se exploran nuevas fuentes como la energía de las olas y las mareas.
Se cree que el potencial de la energía solar por sí solo proporcionaría más que toda la capacidad energética necesaria en África. Sin embargo, solo se ha aprovechado una fracción insignificante de los potenciales existentes, lo que convierte al continente en el más pobre del mundo en energía”, se lee en sus conclusiones.
La electricidad es clave para iluminación, acceso a Internet, información, educación, formación, salud, transportes, mecanización, riego, conservación de productos en frío, gestión apropiada de residuos, acondicionamiento del aire o preparación de alimentos, un elemento clave también para evitar la quema masiva de árboles para calentar la comida, tanto por las intoxicaciones y muertes que provocan como por la deforestación de los entornos donde residen.
“Anualmente, más de 600.000 mujeres y niños en África mueren por la contaminación del aire interior. La causa está asociada al uso de leña para cocinar”, concluye el informe Africa Energy Outlook 2019, que también muestra que la demanda de energía en el continente africano aumentará con el crecimiento previsto de la población.
Todas estas deficiencias se traducen en opciones de empleo y emprendimiento para la población, en concreto la más joven. Una clasificación de las oportunidades que se pueden encontrar en el continente organizadas con apartados de estadísticas, marcos normativos e institucionales, iniciativas y proyectos se registra en el Centro África del Clima y el Desarrollo Sostenible, que dispone de una herramienta que unifica por países estas referencias .
“En África hay entre 10 y 12 millones de jóvenes que se incorporan anualmente al mercado laboral, pero solo se crean 3,1 millones de puestos de trabajo, lo que deja a un gran número de ellos desempleados”, se lee en el artículo África y la demografía como problema, de Agenda Pública . Frente a este escenario, la inversión en energía es prioritaria y si se obtiene de renovables se cumplen los propósitos de la Agenda 2063.
En este sentido ha destacado la Iniciativa Africana de Energías Renovables (AREI), acordada en la COP21 (2015) con los objetivos de ampliar el acceso a la energía y mitigar el cambio climático en tres fases y conseguir lograr al menos 10 gigavatios (GW) de capacidad de generación de energía renovable nueva y adicional para 2020, y movilizar el potencial africano para generar al menos 300 GW para 2030. De momento sus resultados no están disponibles en su página web. Solo hay archivos hasta 2018 y según recogía el medio Equaltimes en 2017, la sociedad civil africana se quejó de que la Unión Europea “secuestraba” la capacidad de decisión y participación africana en su gestión . Hasta 111 asociaciones de decenas de países se unieron a la queja para rescatar el control de los proyectos por parte de los africanos .
En África, las reservas de carbón, gas natural y petróleo representan el 3,6%, el 7,5% y el 7,6% de las reservas mundiales, respectivamente; también abunda la energía geotérmica, bioenergética, solar y eólica
En cualquier caso, el avance de la implantación de las energías renovables en el continente ya cuenta con ejemplos que pueden servir de referente. El complejo solar Noor diseñado para producir 500 megavatios (MW) en Marruecos; distintos proyectos en Sudáfrica de alrededor de 100 MW; el parque egipcio de Benban con 150 MW; o la iniciativa para instalar otros 200 MW en Chad ilustran parte de esta apuesta, tanto de inversión privada como público-privada.
Unos de los países en los que más está aumentando el mercado de la energía solar más rápido son Kenia, Namibia y Ghana y el interés creciente se mide también en encuentros como la quinta edición de Unlocking Solar Capital Africa (Desbloqueando el capital solar en África), pospuesto para 2021, organizado por la consultora internacional Solarplaza y la asociación mundial para la industria de la energía solar sin red Gogla. Una iniciativa para la que está prevista la asistencia de 350 inversores, fabricantes, desarrolladores de proyectos…
Es una sola de otras tantas iniciativas que procuran impulsar el sector. Conocido y reclamado también por la población local, como la agricultora senegalesa Maimouna Diop, que protesta a pleno sol que por culpa del cambio climático la temporada de lluvias lleva dos meses de retraso, lo que le impide prever las cosechas y altera la producción, y por ende su disponibilidad y sus precios.
Se asoma a un pozo sin una bomba de agua apropiada que provea del recurso a la zona y ya sabe la solución: “paneles solares”. Es lo que demanda para distribuir el agua con presión a sus tierras.
La producción de energía a través del radiante sol como recurso limpio, inagotable, asequible y que proporciona autonomía e independencia de los combustibles fósiles se complementa con opciones y alternativas ya visualizadas para el continente.
“El desarrollo sostenible y el uso de biomasa masiva, energía geotérmica, hidroeléctrica, solar y eólica tienen el potencial de cambiar rápidamente las realidades actuales de África”, recoge el informe Aumentando el despliegue de energías renovables en África, de la Agencia internacional de energías Renovables (Irena), que también señala que por estar dotada de importantes recursos energéticos renovables, África puede desempeñar un papel de liderazgo en la acción mundial para dar forma a un futuro energético sostenible .
El texto menciona la bioenergía, y detalla que representa más del 60% de la energía suministrada en África subsahariana. Pero la obtenida de la quema vegetal también es la causante de una deforestación feroz, por lo que se requieren métodos y procedimientos responsables para su uso. “La biomasa es la forma más versátil de energía renovable y la más utilizada en la actualidad.
Sirve para generar electricidad, para suministrar calor para procesos industriales y edificios, y para proporcionar combustible líquido para transporte. A diferencia de los recursos renovables variables como el viento y solar, la biomasa puede generar electricidad de forma continua”, recoge el texto de Irena, que detalla indicaciones para el suministro sostenible de la materia prima, tecnología rentable para su conversión y estrategias para la ampliación. En la publicación Soluciones sostenibles de bioenergía rural en África subsahariana. Una colección de buenas prácticas para su gestión Se recoge también cómo implantar el suministro sostenible de biomasa rural, innovaciones de biomasa a energía, y herramientas para mejorar su sostenibilidad.
III parte: martes 29 de junio
Foto 1; A. Asokere, foto 2; Taryn Elliott, foto 3; Oleg Magni, foto 4; Roger Brown