01 Jun El cambio climático en África: más esfuerzos para los más responsables (Parte I)
El cambio climático en África: más esfuerzos para los más responsables
Ángeles Lucas
Introducción
África, más afectada que responsable
Una oportunidad para liderar soluciones
La búsqueda de la autonomía energética
Una gestión óptima de los residuos
Las dinámicas perversas
La pugna por gobernar los recursos
El poder del agua
Los conflictos por la tierra menguante
El camino hacia una vida mejor
La persona en tiempo cero
La conciencia de los consumidores
Formación y acción para un millar de dirigentes
Con sus voces a capela y elegantes vestidos estampados, un grupo de jóvenes gesticula y lanza consignas en wolof y en francés a agricultores, pescadores y ganaderos de Senegal para promover la producción sostenible de alimentos durante la XXII edición del Festival local Alimenterre, en la Cámara de Comercio de la ciudad costera de Saint Louis.
Comprar productos locales para generar riqueza en el territorio, evitar el uso de fertilizantes químicos, seleccionar de manera óptima las semillas o formarse en el estudio de la pluviometría y el acceso a recursos financieros son algunos de los temas tratados en el encuentro, sobrevolado por un fenómeno inexorable del presente en África: el cambio climático.
El agua salada del Atlántico se adentra en el inestable caudal del río Senegal y malogra los arrozales en la zona donde la agricultora Korka Diaw ha desarrollado una importante empresa del cereal; las sequías condicionan la alimentación del ganado y de la extensa familia de la etnia peul de la madre Diari Sow en el Sahel y, por ende, sus desplazamientos; Ndeye Seinabou ha tenido que abandonar su casa en la orilla debido a la erosión costera de Saint Louis…
El avance de la desertificación, de la deforestación, de la pérdida de biodiversidad, las inundaciones, la acidificación de sus océanos, o las sequías y las lluvias erráticas que arrasan las tierras agrietadas y destrozan infraviviendas son solo algunas de las consecuencias que ya sufre el continente, apenas causante ni responsable del aumento de la temperatura en el planeta.
El consumo exacerbado, la explotación desmedida y la ambición por la acumulación de la mayoría de la población del hemisferio norte irradia una demanda de servicios, recursos y energía que ha desestabilizado el planeta. Un crecimiento exponencial que además funciona en detrimento de la calidad de vida de la población del sur en una dinámica perversa que bloquea y condena el desarrollo de sus habitantes, a los que además se les dificulta sobremanera con restricciones migratorias letales la posibilidad de aspirar a otras oportunidades en latitudes más altas.
Los enfoques de los esfuerzos para equilibrar el respeto a todas las personas del mundo como sujetos iguales de derechos adolecen de acción contundente entre los causantes de la contaminación, por lo que la exigencia de implicación definitiva a los responsables supone una oportunidad para optimizar la lucha contra el cambio climático junto a la mayoría afectada que ya encuentra salidas para progresar sin cometer el fracaso del modelo hegemónico.
La selección de semillas o el estudio de la pluviometría son algunos de los temas tratados en el Festival local Alimenterre, en la Cámara de comercio de la ciudad senegalesa de Saint Louis, sobrevolado por un fenómeno inexorable de África: el cambio climático
África, más afectada que responsable
En un breve recorrido por la historia, siempre fundamental para comprender el presente, África, más allá de ser el origen de la especie humana, destaca por mantener durante milenios un reservorio de patrimonio natural imponente, testigo y testimonio del pasado.
Es célebre por sus pirámides egipcias, por el comercio desarrollado por el reino de Aksum, por los saberes compartidos o impuestos durante la expansión del imperio de Malí, por infinidad de comunidades culturales con más de 2.000 lenguas, o por las milenarias luchas intestinas entre etnias para hacerse con los territorios, que ahora conforman un continente de 55 países, 30 millones de kilómetros cuadrados y más de 1.300 millones de personas (el 17% de la población mundial) .
Cuentan las voces del desierto que el único rastro que los nómadas dejan en los campamentos tras de sí son algunos utensilios que pueden servir a los que vendrán más adelante en su travesía por las arenas. Un aprendizaje que hubiera sido necesario para los visitantes que después han recalado en el continente para condicionar su avance hasta ahora.
Desde el mundo occidental, que todavía tiene la dolorosa ceguera de ver el cambio climático como un fenómeno más del futuro que contemporáneo, se han promovido 500 años de esclavitud que han desgarrado poblaciones y paralizado los ritmos de vida existentes; se ha impuesto un colonialismo atroz que ha exigido estructuras de acción y pensamiento forzadas; una dominación que ha silenciado y corrompido identidades; una invención de fronteras que arrastra conflictos y guerras hasta hoy; y una explotación y especulación que lastra un presente de fuerte y joven latido.
Son formas políticas, religiosas, económicas, culturales, sociales, extractivas, especuladoras, muy demoledoras, promovidas durante años por extranjeros y también locales poderosos que consienten los abusos, las que reflejan un presente que respira con el vergonzoso dato de convivir en el siglo XXI con cerca de 260 millones de personas que todavía pasan hambre en el continente , mientras un tercio de la comida se desperdicia en el mundo . O de compartir planeta con personas sometidas de forma crónica a la violencia, la inseguridad, el analfabetismo, la falta de conexiones e infraestructuras o las enfermedades olvidadas o con cura, pero sin tratamiento accesible ni asequible.
El este trance, la irrupción del cambio climático, entendido como la variación del estado del clima que persiste durante largos períodos de tiempo , vira la mirada de nuevo hacia el norte como principal causante del fenómeno. Habría que trasladar que los componentes que provocan el aumento de las temperaturas comienzan en hechos como doblar el pulgar para apretar un botón desde un sofá que active una máquina de aire acondicionado.
Y, después, entender cómo eso afecta en el terreno desértico a más de 50 grados donde el acceso al agua es un espejismo que solo se hace realidad después de recorrer kilómetros a pie o en burro. De nuevo, los responsables están lejos de los silenciados afectados y apenas se ven ni se conocen, lo que complica que se quieran y se respeten.
El actual cambio climático se refleja fundamentalmente en el calentamiento de la temperatura del planeta, cuyo aumento en África subsahariana será más alto que el de la media global . Y sus efectos están vinculados con la virulencia de las catástrofes naturales, de las tormentas, las inundaciones, las sequías, la acidificación del agua, la pérdida de suelos o las lluvias erráticas.
A ello se le suma una deforestación voraz que no solo desregula el clima, sino que perjudica a la necesaria biodiversidad de flora y fauna para la supervivencia. Y a un aumento del nivel del mar que se traga las costas de las grandes ciudades situadas a las orillas. Todos factores que inciden de forma directa en la población, y de manera más acusada allí donde independientemente de los ritmos de las cosechas, no se puede acceder a cualquier alimento refrigerado en cualquier momento del año.
260 millones de personas todavía pasan hambre en el continente, personas sometidas de forma crónica a la violencia, la inseguridad, el analfabetismo, la falta de conexiones e infraestructuras o las enfermedades olvidadas
En un paso más detallado de este fenómeno, el foco está puesto en los distintos gases que provocan el llamado efecto invernadero en el planeta, un efecto radiactivo infrarrojo que deriva en un aumento de la temperatura en la superficie y en la troposfera.
En el punto de mira de estos gases está el dióxido de carbono (CO2), un “gas de origen natural, subproducto también de la combustión de recursos fósiles procedentes de depósitos de carbono de origen fósil, como el petróleo, el gas o el carbón, de la combustión de biomasa, y de los cambios de uso del suelo y otros procesos industriales, por ejemplo la producción de cemento”, según se lee en el capítulo Glosario, y siglas, abreviaturas y símbolos químicos del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC).
El texto añade que es “el principal gas de efecto invernadero (GEI) antropógeno que afecta al equilibrio radiativo de la tierra”. En África, el CO2 alcanzó los 1.449 millones de toneladas en 2019, lo que representa el 3,9% de las emisiones mundiales, según el Global Carbon Atlas.
Ilustrativo también es el cálculo de toneladas por persona: de los 22 últimos países de con datos de la clasificación de este atlas, 21 son africanos y apenas registraron entre un 0,3 y un 0,0 de toneladas en 2019. En el otro extremo está Catar, con la emisión de 39 toneladas de CO2 por persona.
Ilustrativo también es el cálculo de toneladas por persona: de los 22 últimos países de la clasificación de este atlas, 21 son africanos y apenas registraron entre un 0,2 y un 0,0 de toneladas en 2018. En el otro extremo está Catar, con la emisión de 38 toneladas de CO2 por persona.
Otro dato: “Si el mundo hubiera repartido de forma equitativa una cuota de CO2 entre todos los habitantes de la tierra para frenar el aumento de temperaturas del planeta, Estados Unidos habría agotado la suya en 1944”. La fecha fue el resultado del cálculo que el diario The New York Times pidió en junio de 2017 a Climate Interactive, uno de los mejores think tank de modelización de emisiones resultantes de los gases de efecto invernadero “, recoge la publicación Ballena blanca, una revista especializada en medio ambiente y economía que en su revista número 22 alerta del greenwashing , el lavado de imagen de las empresas contaminantes para parecer verdes sin que realmente acometan medidas significativas. Las amenazas aparecen por la retaguardia.
Es relevante también señalar la incidencia del metano (CH4), otro de los GEI, un hidrocarburo producido tanto a través de fuentes naturales como de actividades humanas, incluida la descomposición de desechos en vertederos, agricultura y especialmente el cultivo de arroz, así como la digestión de rumiantes y el manejo de estiércol asociado con el ganado doméstico.
“El metano es un gas de efecto mucho más activo que el dióxido de carbono, pero también es mucho menos abundante en la atmósfera”, se lee en el apartado de Causas del cambio climático de la Administración Nacional de la Aeronáutica y del Espacio (NASA) .
Estos cambios en los patrones climáticos generan una inestabilidad e incertidumbre importante para sobrevivir o realizar proyectos, tanto de los inversores como de la población emprendedora o sin otras alternativas. Esa desazón se convierte en uno de los factores clave que inciden en las migraciones y en los movimientos del campo a la ciudad.
La población rural en África subsahariana era del 59% en 2019, apenas 40 años antes suponía el 78% , lo que puede vincularse a un masivo desplazamiento a zonas urbanas. Un dato que cobra más sentido cuando se estima que el 75% de la población que vive en esta región está vinculada de forma directa o indirecta a empleos relacionados con la agricultura .
Como últimos elementos clave para dibujar el escenario básico de la situación en África sería relevante mencionar la vigorosa juventud, con una media de edad de 19,7 años . Un dato que se completa con la previsión de que la población mundial alcance los 9.700 millones de habitantes en 2050 y que más de la mitad del crecimiento demográfico global en los próximos 30 años ocurrirá en África.
Con una media de edad de 19 años, el 75% de la población que vive en el África subsahariana está vinculada directa e indirectamente a empleos relacionados con la agricultura, un sector que sufre una gran inestabilidad debido a los cambios en los patrones climáticos
Para esbozar las cifras fundamentales en una primera aproximación, la penetración de Internet en el continente es del 39,3%, mientras la media mundial es del 58,8% . Datos que van completando un escenario que requiere de un desarrollo que no replique el modelo occidental ni el asumido por China, pero que tampoco recorte los derechos de quienes se incorporan al bienestar. Como ejemplo, los agricultores de Etiopía aplican de promedio unos 20 kilos de fertilizante inorgánico por hectárea, en comparación con unos 130 kilos usados en Europa.
En este contexto, el IPCC concluye con claridad el círculo vicioso de la alteración del medioambiente en el informe What’s in it for África: “Se prevé que los impactos del cambio climático ralentizarán el crecimiento económico, dificultarán la reducción de la pobreza, erosionarán aún más la seguridad alimentaria y prolongarán las trampas de pobreza existentes y crearán nuevas, especialmente en las zonas urbanas y los puntos emergentes de hambre”
A su vez, detalla: “las personas que están social, económica, cultural, política, institucional o de otra manera marginadas en la sociedad son a menudo muy vulnerables al cambio climático”, lo que evidencia la necesidad de una ruptura inmediata de esta dinámica.
Además, recoge que esta tendencia incide en los más vulnerables con más virulencia: “Las mujeres suelen tener obligaciones adicionales como trabajadoras y cuidadoras como resultado de los fenómenos meteorológicos extremos y el cambio climático, así como de las respuestas de la sociedad (por ejemplo, la migración masculina).
Se enfrentan a más angustia psicológica y emocional, menor ingesta de alimentos y resultados adversos de salud mental debido al desplazamiento y, en algunos casos, incidencias cada vez mayores de la violencia machista. Los niños y los ancianos a menudo corren un mayor riesgo debido a la movilidad reducida, la susceptibilidad a las enfermedades infecciosas, la ingesta calórica reducida y el aislamiento social; los niños pequeños tienen más probabilidades de morir o verse gravemente afectados por enfermedades diarreicas e inundaciones.
Los ancianos enfrentan un daño físico desproporcionado y la muerte por estrés por calor, sequías e incendios forestales”. A esto se le suman también los efectos en la flora y la fauna africana, de diversidad y riqueza incalculable para el planeta.
II parte: martes 15 de julio
Foto 1; A. Asokere, foto 2; Kweku Seyiram, foto 3; Anthony Gilbert, foto 4; Tajudeen Otomayo