Empoderar a las mujeres de Benín

Empoderar a las mujeres de Benín

Chema Caballero

Nikki, Benín

El proyecto Nikarit otorga esperanzas a decenas de personas en las zonas más desfavorecidas de este país de África occidental.

El inicio de la cadena se encuentra en varias pequeñas aldeas de casas de paredes de barro y techos de paja, abrasadas por el sol del norte de Benín, y el final en una tienda online de productos solidarios, que pasan por un laboratorio de cosmética natural de Valladolid. Los eslabones que unen estos dos extremos están formados por decenas de mujeres que han encontrado en la transformación de la nuez de karité no solo un medio de subsistencia, sino también una herramienta para contribuir a la transformación de sus comunidades.

 

La vida es difícil en esta zona de Benín fronteriza con Nigeria. Cuesta arrancar a la dura tierra el alimento cotidiano. En los últimos años, incentivados por las políticas gubernamentales, muchos campesinos han cambiado los cultivos tradicionales por el algodón, un producto cuyo precio viene fijado por el Ejecutivo y no deja de desplomarse. Los jóvenes, en cuanto pueden, emigran a las grandes ciudades, en su mayoría nigerianas, con el sueño de encontrar allí las oportunidades que sus aldeas no les ofrecen. 

 

No pasa mucho tiempo antes de que despierten y se den de bruces con la pesadilla real, donde las tasas de desempleo de su país siguen siendo altísimas. Oficialmente no es así, serían muy pocos los que estaría en paro, pero estas cifras camuflan a los que aún viven de la agricultura o la ganadería y a los que han tenido que echar mano de la economía informal para sobrevivir. Entre estos últimos, son bastantes los que recurren al contrabando con la vecina Nigeria. Las motos cruzan las fronteras cargadas de combustible, productos agrícolas o bienes de consumo que son luego revendidos en pequeños quioscos callejeros. 

El sector informal en Benín representa el 70% del PIB y el 90% del porcentaje de empleo. Solo el contrabando de gasolina emplea a alrededor de 40.000 personas, aproximadamente tantas como el total del sector público beninés. Igualmente, el contrabando directo o indirecto de vehículos usados parece dar trabajo a entre 15.000 y 100.000 personas, respectivamente, según el Banco Mundial. Esta realidad tiene un claro efecto negativo ya que concentra el talento empresarial en actividades informales o ilegales en lugar de hacerlo en sectores más productivos. Además, para que este tráfico se produzca se necesita la colaboración activa de los funcionarios y fuerzas de seguridad de ambos países.

Los trabajos en negro suponen un 90% del empleo total en Benín, entre los que destacan el contrabando de gasolina, que emplea a alrededor de 40.000 personas

Sin embargo, tampoco esta actividad da para muchas alegrías. Al final, una vez más, como en tantas otras partes de África, las mujeres han tenido que arremangarse y unirse para sacar adelante a sus familias y a sus comunidades. Esta vez la solución la han encontrado en la manipulación de la nuez de karité.

 

El karité es el fruto de un árbol del mismo nombre. Tras un laborioso proceso, en el que es cocido y triturado, se obtiene una grasa vegetal conocida como manteca de karité que es comestible y que tradicionalmente se utilizaba para cocinar, pero que poco a poco ha sido sustituida por aceites comerciales en las cocinas locales. En estos momentos la única salida que le queda es la de la cosmética, campo en el que es muy apreciada. 

 

En pocos años, se ha conseguido que en Benín más de 200.000 mujeres vivan directamente de actividades relacionadas con el karité, según el Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca beninés. Desde hace tiempo, este organismo impulsa y promociona la mejora y exportación de estos productos. Tanto es así que el karité se ha convertido en la tercera gran exportación del país después del algodón y el anacardo y, por tanto, constituye una importante fuente de divisas. Esto coloca a Benín como el cuarto productor mundial de este producto, tras Malí, Burkina Faso y Nigeria, con un volumen de producción de alrededor de 30.000 toneladas de nueces secas al año.

El problema es que la demanda interna de karité es muy escasa. La solución está en poder vender el producto en el mercado exterior, a los laboratorios de cosmética que tanto dicen apreciarlo. Eso es lo que ha conseguido el proyecto de Nikarit al conectar la demanda que existe en España de cosmética natural con la oferta de Benín. Gracias a él, las mujeres beneficiarias del mismo venden los frutos de su trabajo a un precio justo.

 

En la comuna de Nikki, en el norte de Benín, las mujeres recogen la nuez del karité y la transforman en manteca refinada que tras ser exportada llega a los laboratorios Naáy Botanicals de Valladolid donde es transformada en los productos que se comercializan bajo la marca Nikarit.

 

Nikarit es un proyecto de la ONG española OAN International que intenta empoderar a las mujeres productoras de karité a través del fomento del comercio justo y sostenible de la manteca que es transformada en los laboratorios vallisoletanos. “Hay tres productos: la manteca de karité, a la que solo se le añade vitamina E para que se conserve mejor, la crema de manos y el cacao de labios”, comenta Beatriz Vázquez de Miguel, coordinadora del Comité de políticas sociales de OAN y fundadora de Nikarit. 

 

Normalmente, “las empresas cosméticas importan la nuez de karité, no el producto procesado. Se utiliza a África como materia prima y no se la incluye en los procesos productivos. El mensaje que nosotros queremos dar es el contrario”, comenta Daniel Alfaro Posada, presidente de OAN. La nuez de karité se compra a 80 céntimos de euro el kilo, mientras que la manteca cuesta 2,50 euros el kilo y además genera trabajo e ingresos mayores para muchas mujeres. En la actualidad, el proyecto compra 650 kilos de manteca al año.

Nikarit, a través de OAN International, empodera a las mujeres productoras de karité, a través del fomento del comercio justo y sostenible de la manteca

“A nosotros nos gustaría que todo el proceso, de principio a fin, se realizara en Benín”, explica Vázquez. “El problema es que la importación de cosméticos a la Unión Europea tiene unos controles de calidad muy exigentes y en el país no hay laboratorios que puedan certificarlos. Pero trabajamos para que cada vez más parte del proceso se haga en terreno, incluso para que laboratorios españoles puedan compartir conocimientos con los benineses”.

Parte de los beneficios del proyecto se reinvierten en las cinco aldeas que forman parte de él, siempre atendiendo al dictado de las mujeres. Poco a poco se han mejorado mucho el seguimiento de las necesidades de las comunidades. “Son las mujeres las que deciden qué necesitan. Por ejemplo, material como guantes y zapatillas para hacer la recogida de la nuez de karité, almacenes para guardar productos agrícolas, reparación de molinos, pozos para tener agua limpia y saludable …”, comenta Vázquez. 

 

Otra parte de los ingresos va directamente a las beneficiarias. “Últimamente, las mujeres nos pidieron que ese pago lo hiciéramos en dos partes: primero les compramos las nueces alrededor del mes de mayo que es cuando las recogen. Eso les permite algunos fondos para financiar la cosecha de la época de lluvias, que es cuando plantan el mijo y otros productos para alimentar a la familia. Y luego sobre el mes de octubre es cuando fabrican la manteca y les pagamos la producción. Así tienen dos momentos en el año en los que reciben esos ingresos extra”, explica la fundadora de Nikarit. 

 

La organización ha observado que en aquellos pueblos donde las mujeres se unen e invierten juntas en actividades comunes, sacan mayor rendimiento del dinero que en los pueblos en los que se lo reparten. Por eso, la ONG ha comenzado un camino para acompañar a las mujeres en el proceso de pensar cuál es la mejor manera de invertir lo que reciben.

 

El proyecto también tiene entre sus objetivos la protección de una planta que es un tesoro de la naturaleza y que se ve muy amenazada, el árbol de karité (Vitellaria paradoxa). Esta planta llega a medir hasta 15 metros de altura. Puede vivir incluso tres siglos. Emplea entre 15 y 20 años en dar frutos: unas nueces carnosas. 

Como tarda tanto tiempo en producir beneficios económicos, es normal que los campesinos la corten o quemen para tener más tierra cultivable o la sustituyan por cultivos más rentables, como el anacardo o el algodón. El hecho de que ahora genere ingresos hace que empiece a estar protegida. Además, Nikarit se ha unido a la Asociación de Karité de Benín (AKB) para reforestar las zonas donde trabaja. Así en 2020 se plantaron 60 árboles de karité en Sansí Gandó, y para 2021 está programada una operación similar en otra de las aldeas.

 

Este año también se comenzará una formación para que las mujeres aprendan a fabricar jabón de karité que podrán vender en el mercado local y así obtener más ingresos. También se responderá a otra de las peticiones de las beneficiarias: una campaña de sensibilización sobre salud femenina que comenzará en breve.

 

De esta forma, un árbol que estaba amenazado de extinción se ha convertido en el sustento de decenas de mujeres y sus familias. Además, ellas están decidiendo cómo mejorar las condiciones de vida de su entorno, lo que las coloca en el centro de sus comunidades y les otorga un protagonismo que hasta este momento se les había negado.

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