16 May Los Kilimanjaros invisibles
Los Kilimanjaros invisibles
El 24 de junio de 2017, 32 mujeres subieron al Kilimanjaro (Tanzania) para jugar el partido a mayor altitud nunca antes registrada para promover el desarrollo deportivo de niñas y mujeres a nivel mundial. Esta es la historia de un equipo de mujeres que lograron lo imposible.
El techo de África – más conocido como el Kilimanjaro – fue la metáfora perfecta: una de las montañas más altas para uno de los retos más grandes: desafiar la desigualdad de género en el deporte.
Como todas las grandes aventuras, esta comienza con una persona “viendo la televisión”, relata la cofundadora de Equal Playing Field, Laura Youngson. “Estaba harta de ver más noticias sobre caballos que mujeres en las páginas de deporte y convencí a unas 60 compañeras para hacer historia”, expone en una charla ese mismo año.
El resultado: un nuevo récord internacional, una película documental, y miles de noticias para ilustrar el impacto de esta hazaña física. “Fue una organización bastante pesada”, admite a green fugees Josefina Martorell, una de las jugadoras del partido. “Para cumplir el record, tuvimos que estar avalados por la FIFA, fue un partido de 11 contra 11 con todas las reglas”, puntualiza.
Martorell, trabajadora humanitaria y directora de Médicos Sin Fronteras (MSF) en Latinoamérica, dijo que sí, pero sin creérselo demasiado. “Finalmente decidí arriesgarme, total si no lo hacía me arrepentiría para siempre y, en la peor situación posible, al menos visitaría Tanzania”, confiesa.
La puesta en práctica de esta idea no estuvo exenta de complicaciones, pero Youngson, tras Equal Playing Field, tenía claro el objetivo: promover la igualdad de las mujeres en el deporte, desde la base hasta los niveles de élite, incluido el acceso y las oportunidades para los profesionales.
Todo un golpe de efecto para un año clave dentro del feminismo; 2017 fue el año del “Me too”, el año en que miles de mujeres salieron a protestar en Washington por la elección de Trump, el año en que en España se hablaba de manadas y se salió por primera vez y de forma multitudinaria a la calle el 8 de marzo.
«Equal Playing Field tenía claro su objetivo: promover la igualdad en el deporte en un año clave dentro del feminismo (2017) y en uno de los lugares con más desigualdad, África»
No fue casualidad que la elección para celebrar este nuevo record fuera en África, “uno de los lugares con más desigualdad de género”, apostilla Martorell. El último récord se había registrado anteriormente en la Paz, partido que aprovechó la FIFA para recomendar en sus reglamentos “no jugar partidos a más de 2.000 metros de altura”, flexibilizando este aviso años después hasta los 2.800 metros.
Acompañadas de un equipo de especialistas (entre ellos médicos, nutricionistas, entrenadores y expertos en trekking), las jugadoras, optimistas ante la increíble hazaña que les deparaba, comenzaron su escalada. El ascenso duró 10 días, de los cuales los primeros 7 fueron de subida y los otros tres de bajada, aclara la directora de MSF. ¿El peor momento? “Uno de los últimos ascensos en vertical a lo largo de más de 1000 metros”, asevera la directora de MSF.
A partir del quinto día, la máxima de las jugadoras fue “po-lay, po-lay”, un mantra en Swahili que viene a decir algo así como “despacito”. Sin embargo, y a pesar de la marcha lenta y constante en el ascenso, dos de las integrantes del equipo tuvieron problemas en el corazón y otra integrante hipotermia. “Nos costaba hasta atarnos los cordones”, subraya la directora de Médicos Sin Fronteras.
Y, por fin, a las 10 de la mañana, se celebró el ansiado partido. Fueron las propias jugadoras quienes con harina delimitaron el campo –para no contaminar el territorio- y montaron las porterías –que cargaron a la espalda ellas mismas durante todo el recorrido-. “Por fin podíamos jugar, chutar y pasar la pelota”, cuenta Youngson, “solo teníamos que olvidar que no podíamos respirar muy bien”, reconoce divertida.
El Volcán FC fue el primero en sacar frente a su rival, el Glaciar FC. Tras numerosos cambios de jugadoras, pitidos, saques de línea y un merecido descanso, la árbitra pitó fin de partido, ensordecido por los aplausos y vítores de todas las presentes. El derbi terminó sin goles, pero marcó un resultado histórico y record hasta la fecha; el partido de fútbol celebrado a mayor altitud de la historia, a 5.729 metros.
Si no fuera por la arena volcánica, la ausencia de público y el inhóspito entorno, viendo las fotos se diría que el partido formaba parte de cualquier liga femenina. Las futbolistas contaron además con una equipación cedida, algo que en la realidad es difícil de ver, dado que, tal y como indica la Asociación para Mujeres en el Deporte Profesional (AMDP), menos del 1% del patrocinio a nivel global se invierte en las deportistas femeninas.
La repercusión mediática del evento tampoco estuvo exenta de contradicciones, “me estuvieron llamando meses después de todos lados”, revela Martorell, un hecho anecdótico de la cobertura informativa en el deporte femenino, aplazada a un 5% según el Instituto de Estudios de Género de la Universidad Carlos III de Madrid.
El descenso, más rápido, llevó a las mujeres de vuelta a la sabana. “Fue el desafío físico más grande, pero también el más gratificante de toda mi vida”, subraya la directora de Médicos Sin Fronteras.
La cobertura informativa en el deporte femenino está aplazada a un 5%. En deportes federados, solo un 23% de las licencias son femeninas, mientras que los cargos directivos de las entidades del sector suponen un 4%
Tras mostrar sus intenciones y ver cumplida su idea, Youngson cuestiona; “¿Cómo das ese primer paso en tu viaje por tu propia montaña?”, y responde ante la mirada atenta de cientos de mujeres asistentes, “es fácil, solo tienes que empezar por levantarte del sofá”.
Todos los Kilimanjaros invisibles son recorridos por la mitad de la población mundial todos los días. Niñas y mujeres que ascienden su montaña personal bajo diferentes tareas, algunas en apariencia tan simples como vivir seguras o jugar al fútbol.
Llega un momento en el que las niñas dicen “bueno, el juego se deja”, aprecia Martorell. Ya sea por las tareas de cuidado o la falta de modelos femeninos, llega un momento en el que el balón se para y, sino es durante la adolescencia, suele serlo más frecuentemente en la maternidad, momento en el que las marcas marginan a las deportistas profesionales. Algo que subrayó la atleta estadounidense Alysia Montano tras ver congelado su sueldo, “¿qué tal si dejan de tratar el embarazo como una lesión?”.
La disparidad en el ejercicio diario de deporte también destaca en las últimas estadísticas; solo el 37% de las mujeres afirman practicar deporte frente al 46% de los hombres. En deportes federados, solo un 23% de las licencias son femeninas, mientras que los cargos directivos de las entidades del sector suponen un 4%, según la UC3M.
“Cuando formas parte de las instituciones puedes hacer movimientos más dirigidos al cambio”, asume Martorell, mientras que los movimientos sociales “son más lentos”, detalla. ¿Y ahora qué? Ahora les toca el turno a los hombres, “ya es hora de que se involucren en nuestra lucha como agentes activos”, proclama la argentina.
El del Kilimanjaro no fue el único partido. Equal Playing Field rompió otro récord al año siguiente, jugando el derbi a menor altitud registrada, y al siguiente, festejando el partido con mayor número de jugadoras celebrado. Un arquetipo alegórico para uno de los sectores con mayor desigualdad de género; el deporte, ese viejo conocido.
Fotos de la expedición durante la ascensión y el partido en el cráter. Dana Roesiger y Kevin Blankenship.
Video portada. Cedido por Equal Playing Field. Amirose Eisenbach y Tamara Rosenfeld.