16 May Víctor Ochen, la voz de los sin voz en África
Víctor Ochen, la voz de los sin voz en África
A sus 40 años, Víctor Ochen sigue denunciando el derecho a la paz en África con el mismo ímpetu que le impulsó a ser el nominado para este Nobel con solo 33 años, gracias a su trabajo al frente a la Iniciativa Africana de la Juventud (AYINET, por sus siglas en inglés).
Ochen nos abre telemáticamente las puertas de su casa en Lira, al norte de Uganda, la tierra que le vio crecer en campos de desplazados, donde sobrevivió nada más y nada menos que 21 años. “Fui un niño en una época de conflicto en la que había tanta violencia armada que aquello se convirtió en nuestra vida”, declara en inglés, “para mi crecer en el campo de refugiados fue algo trágico porque crecí viendo como mis compañeros, mis familias, mis amigos, eran capturados, atacados, secuestrados, asesinados y sufrían abusos sexuales”, añade.
Ochen, Premio Mundo Negro a la Fraternidad, narra así su juventud enmarcada por uno de los mayores conflictos armados de África: el combate entre el Ejército de Resistencia del Señor (conocido por sus siglas en inglés LRA) una organización terrorista y extremista cristiana, y el Gobierno nacional.
La herencia del grupo rebelde, liderado por Joseph Kony, está teñida de rojo; el líder de AYINET suma hasta 25.000 víctimas a las que se ha ayudado dentro de la organización, entre ellos, personas a las que los rebeldes cortaron los labios, la nariz y las orejas “como forma de tortura y acoso”, aduce Ochen.
¿Cómo pudo surgir de tan macabra realidad una inspiración para la comunidad internacional? “Nuestra iniciativa juvenil surgió del dolor, del sufrimiento y se convirtió en una motivación para nosotros”, aduce el activista, porque “quisimos poner fin a ese sufrimiento mediante la promoción de alternativas a la violencia”, apostilla.
Ubuntu, el rostro humano de la paz
Ochen menciona la palabra africana “Ubuntu”. Ubuntu consiste en presentar el rostro humano de la paz, el rostro humano de la justicia y el rostro humano del desarrollo, algo que tiene que ver “con el corazón”, puntualiza. Su Academia pretende bajo este pensamiento formar a jóvenes para convertirlos en mediadores de conflictos, así como en impulsores de un cambio positivo en las comunidades locales.
El ugandés sabe bien de qué trata esto. Marginado por su propio gobierno, Ochen creció sin un sentido de pertenencia, “sientes que no te quieren, que eres un objetivo”, y bajo la profunda reflexión de la falta de libertad “de caminar sin temer por su vida, sin estar pendiente de qué comer, qué vestir y dónde dormir”, decidió poner fin a su sufrimiento.
Para Ochen “el mundo se ha vuelto emocionalmente confuso y agotador”, un catalizador para dar un paso al frente y “evitar el sufrimiento”
Al principio de su movimiento antiguerra se reían de él, algo que ha comentado en multitud de entrevistas. Sin embargo, los años le dieron la razón “incluso si no has pasado por tanto, incluso si no sabes mucho al respecto y no estás expuesto, la iniciativa local funciona”, expone.
Para él, construir la paz con dignidad supone responder a las preguntas humanas, unas cuestiones que solo pueden (y deben) evaluarse mediante prácticas del cambio, “no con la teoría”, puntualiza. Una enseñanza que ha venido incluida con la COVID-19; “estamos limitados a la vida (…) somos una raza vulnerable”, señala.
África: tan cerca, tan lejos
Escuchar voces locales africanas en continentes como Europa o América es “primordial” para el director de AYINET, una realidad que debe ser expresada “con dignidad y respeto”, puntualiza, ya que para él muchas historias presentan un entorno “lleno de desesperanza”, algo que a la larga “no acaba funcionando bien”.
Además, recalca la necesidad de implantar una “plataforma de innovación” en África, donde se puedan apoyar las voces de la comunidad y transmitir la verdad, dando una imagen de la comunidad positiva. “Recuerdo que a veces los medios de comunicación tergiversan a África hasta tal punto que sólo retratan la peor parte del continente”, rememora, “es cierto que sufrimos, pero todavía hay esperanza”, pormenoriza.
En cuanto a los pasos para alcanzar una sociedad pacífica, Ochen descarta en su entrevista la palabra revolución porque según él se ha presentado en un enfoque opresivo en el que hay “un vencedor y un perdedor”, enumera. En ese significado nuevo, el activista habla sobre la superación, sobre la fuerza inicial en las comunidades y sobre el estigma que existe sobre África.
“Creo que es hora de dejar atrás ese creciente estigma de que los africanos no son lo bastante buenos ni lo bastante inteligentes, de que África no pertenece, no merece en determinados puestos”, argumenta. Una batalla en la que, para Ochen, la tormenta del sufrimiento “continúa ganando terreno”.
Directo y entusiasta, Víctor Ochen nos interpela al final de la videollamada con esa actitud activista que le ha llevado de ser el centro de burlas en Uganda por su posición antiguerra a ser uno de los hombres más influyentes del planeta según la Revista Forbes. “Mi trabajo, tu trabajo, nuestros trabajos deberían consistir en construir un mundo que sea justo”, revela, “no puedo soportar la injusticia que veo en la sociedad”, concluye sincero.